Oratorio de México, La Profesa

Oratorio Semanal: Terapia de las Enfermedades Espirituales Parte 1

TARDES DE ORATORIO

P. Mario Acevedo Rodríguez, CO

12 agosto 2020

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ORATORIO DE SAN FELIPE NERI
P. Mario Acevedo Rodríguez, CO
12 agosto 2020

Terapia de las enfermedades espirituales
Parte I

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Padre Bueno, Tú que sientes compasión por los más necesitados y nos das alimento hasta saciarnos, te pedimos que nos envíes tu Espíritu que nos ayude a entender tu Palabra y podamos alimentarnos de ella, y nos haga más humildes y capaces de transformar nuestro corazón y nuestra mente para servirte y glorificarte en nuestros hermanos. Todo esto te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

ORACIÓN A SAN FELIPE NERI
Padre Felipe Neri, Profeta y Apóstol de la auténtica vida cristiana. Tu corazón de fuego encendido por el Espíritu Santo te hizo testigo ambulante del Evangelio, y de la caridad alegre y generosa.
Anímanos con tu espíritu, para que desde el trato familiar y cotidiano con la Sagrada Escritura, la participación frecuente de los sacramentos, y el amor a la virgen Madre de Dios, nuestros Oratorios y Congregaciones, sean protagonistas actuales de la experiencia de Pentecostés y germen fecundo de la nueva evangelización.
Que nuestra respuesta cristiana sea pronta y generosa, alegre y comprometida con las necesidades de nuestro tiempo, y la cultura del tercer milenio. Amén.

¿Cómo liberarnos de nuestras enfermedades espirituales y sanar?

A través de un proceso terapéutico espiritual. Y éste debe comenzar por el análisis de la enfermedad, es decir, su origen: ¿desde cuándo comencé a caer en ese vicio o pecado?; también debemos conocer la descripción de sus efectos en mí, tanto como los posibles mecanismos y riesgos que puedo correr, de cara evitar quedarnos con ellos y concentrarnos en lo que nos ha producido daño, para poder quitarlo por completo. Recordemos que muchos pecados o enfermedades espirituales tienen interrelación y conexiones unas con otras, y esto puede llevarnos a contaminar no solamente el cuerpo, sino también nuestra alma y nuestro espíritu.
Para los Padres de la Iglesia la salud debe ser lo primero, lo normal y constitutivo de nuestra naturaleza humana, mientras que la enfermedad es un elemento extraño y perturbador en la persona que lo desestabiliza y oprime. La terapia general para poder vencer cualquier pecado o enfermedad es la conversión, y consistirá en el proceso por el cual intentamos recobrar nuestra naturaleza primigenia mediante el cambio de orden y orientación en nuestra vida.

La cuestión de fondo estará por tanto, en el buen uso de nuestros órganos, de nuestros sentimientos y de nuestras facultades, a través de nuestras virtudes, ya que al utilizarlas correctamente entonces podremos lograr un cambio, una transformación, y eso es a lo que le llamamos la conversión.

Hay dos elementos que marcan en este proceso de conversión en clave cristiana:

I. Principalmente la conversión no es algo exclusivamente personal, si no se trata de la colaboración entre Dios y el ser humano, donde la iniciativa parte de Dios por medio de Jesucristo, el médico de nuestros cuerpos y nuestras almas, aunque la respuesta depende siempre de nuestra voluntad y libertad.
II. En segundo lugar este proceso no es algo puramente individual sino que forma parte de un proyecto comunitario y eclesial, donde la persona cuenta con la ayuda de los demás miembros de este cuerpo que es la iglesia. La Sagrada Escritura, los sacramentos y los propios miembros de la iglesia son los medios que nos ayudarán junto con el Espíritu de Dios, para poder hacer una conversión en la persona, y transformarnos en instrumentos privilegiados para recuperarnos a través de esta terapia espiritual.

Por tanto, las virtudes se van a convertir en el antídoto contra nuestras enfermedades espirituales o pecados, ya que a cada enfermedad se le opone una virtud, y el objetivo consistirá en buscar la eliminación de ese pecado para el desarrollo sano de la cada uno de nosotros.

Para comenzar a trabajar la eliminación de estas enfermedades debe haber un cierto orden a seguir. Debemos comenzar el combate por los pecados ligados al cuerpo, los más materiales y visibles, como la gula y la lujuria, y de ahí ir a los menos visibles e interiores, que son las pasiones relacionadas con el alma (la tristeza y la acedía por ejemplo), y acabar con las más sutiles y difícilmente discernibles, por sus múltiples máscaras que son la vanagloria, el orgullo y la soberbia.
Las razones de esta propuesta son de orden pedagógica: ir de lo más accesible a lo menos accesible e intangible. Es imposible desarraigar las enfermedades espirituales más sutiles si las pasiones corporales más materiales no han sido extirpadas con anterioridad. La táctica consiste en luchar contra la precedente para evitar que nazca la siguiente. Este orden es más lógico que cronológico. En estas enfermedades hay tres que engendran a las otras cinco, por ello es preciso que sean eliminadas estas tres para ir destruyendo las restantes.

Es importante saber que las enfermedades del cuerpo y del alma suelen presentarse en las etapas iniciales de nuestra infancia y juventud espiritual, mientras las últimas: acedía, vanagloria, orgullo y soberbia, es son propias de la adultez, sin embargo el orden en que se presentan es variable en función de las personas, de los estados y las edades, incluso puede darse el caso de que se presenten a la misma persona de diferente manera según su recorrido y la forma de resolverlas con anterioridad. El proceso de cambio será por tanto simultáneo, y al mismo tiempo gradual, donde se debe insistir en las enfermedades fundamentales, las que condicionan el resto. Es necesario saber que nunca podemos decir que hemos superado una enfermedad espiritual por completo, sólo porque la tengamos dominada, pues puede aparecer con nuevas formas, según cambian las circunstancias de nuestra vida; se trata por tanto, de un combate permanente de estas enfermedades.

¿Es fácil combatir nuestras enfermedades espirituales y vencerlas?

El combate de estas enfermedades no es igual para todas las personas ni se presenta de manera uniforme en todas las circunstancias de la vida, por lo que cada uno debemos ordenar según nuestras circunstancias concretas, al enemigo que tenemos que vencer.

Los principales medios en general para luchar contra nuestras enfermedades espirituales son:

  • Tu oración constante, porque sólo con la ayuda del Señor puedes estar fortalecido a través de esta comunicación con Él.
  • Hacer cambios en tu pensamiento y mentalidad, en el manejo de tus sentidos, en tus actividades cotidianas y en tus hábitos.
  • Debes tener frecuencia con los sacramentos de la Reconciliación y sobre todo el de la Eucaristía.
  • Realizar con generosidad obras de misericordia, tanto corporales como espirituales.
  • Tener fuertes momentos de meditación y contemplación constante sobre de la vida de Nuestro Señor Jesucristo a través del Evangelio, y en general la Sagrada Escritura, a fin de descubrir su infinita generosidad hacia ti, y las formas de salud que Él te proporciona.
  • Acude con amor y devoción a la Santísima Virgen, Madre de la misericordia ya que ella es refugio de todos los que se equivocan y la invocan.

Veamos cada terapia recomendada para cada enfermedad

Terapia de la gula: templanza y dimensión eucarística del consumo

Contra la gula se debe luchar practicando la virtud de la templanza (Hacer las cosas con moderación). El principio general es no comer ni beber con excesiva saciedad, sino guardar siempre el equilibrio entre ello. Debemos santificar siempre los alimentos que la Divina Providencia nos provee.

Esta virtud enriquece la voluntad y la inclina a refrenar los diferentes apetitos sensitivos hacia los bienes deleitables contrarios a la razón. Los bienes deleitables son el placer de comer, y el placer sexual. El primero está vinculado a la conservación del individuo, el segundo el de la especie.
Estas tendencias no son malas en cuanto logran sus bienes deleitables dentro del orden racional, es decir, dentro de la consecución de sus fines respectivos para los que han sido constituidos por Dios, de acuerdo con el ser y la actividad del hombre.
El pecado o desorden en este campo, consiste en el uso de los goces de tales tendencias contra los fines naturales, o bien con exceso fuera de la medida necesaria para la consecución de los mismos.
La templanza se puede manifestar de distintas maneras: una de ellas es la sobriedad misma que mantienen en su justa medida moral el gusto por la comida y la bebida.
Recordemos que por el apetito desordenado en el comer y beber, se ocasionan daños al cuerpo y al alma, que dan por consecuencia: debilitamiento de la voluntad y torpeza de la mente.
Provocan escándalo y malos ejemplos a los demás; además es una de las puertas por donde entra la lujuria y la inmundicia (se manifiesta en malestares físicos, y digestivos y mentales).
Provoca el desparpajo en algunas personas, principalmente la embriaguez, que lleva también a debilitar la vida intelectual y moral, además de que puede traer graves consecuencias para el cuerpo, es decir, enfermedades como la cirrosis hepática, indigestiones, pesadez física, sobrepeso, obesidad, y aceleración de la muerte. Muchas veces pone en peligro el patrimonio familiar por los gastos indebidos o excesivos.

Para remediar la gula, es importante meditar las palabras que nos enseña el Señor Jesucristo: “Si alguno quiere seguirme, niéguese asimismo, tome su cruz y sígame” Mateo 16, 24

¿Cómo luchar contra la gula?
ACCIONES CONCRETAS

  • Es necesario que hagas privaciones conscientes para fortalecer tu voluntad, así con esta práctica espiritual, se dejará por amor a Dios, y por amor a nosotros mismos, lo que te gusta y que se ha convertido en exceso para ti, y así transformarás aquello que sólo agrada a los sentidos y perturba tu inteligencia.
  • Huye de las ocasiones peligrosas y de las malas influencias. Principalmente con lo relacionado al alcohol.
  • Pide ayuda a Dios para vivir la sobriedad.
  • Se ordenado al comer, (en horarios y contenidos).
  • Consulta un buen médico para moderar tu salud gástrica, no debes comer ni más ni menos de lo que necesitas.
  • Ten algunas acciones concretas como servirte en menor cantidad del platillo que te gusta comer más, comienza a comer las cosas que no te gustan, y que puedan ser nutritivas como verduras, frutas, etc.
  • Si se tuvo la desgracia de contraer el vicio del alcohol el remedio eficaz es la total exención. Con la ayuda de Dios, del médico, y de algún grupo dedicado este tipo de ayuda puedes lograrlo.
  • Beber una cerveza o una copa de vino no es malo, el desorden radica en el exceso. Modérate o si consideras que eres débil al respecto, mejor no lo hagas.
  • Si sólo piensas en comer, debes forzarte a compartir el alimento con quienes no tienen siendo generosos, pero que no sean desperdicios. Debes proponerte cambiar tus hábitos de alimentación.
  • Come con intención recta y sobriedad, no como los animales que no buscan sino la satisfacción de su apetito. Es necesario comer para poder trabajar más y mejor y servir más a Dios y a los demás. San Pablo aconseja: “Por tanto, ya sea que coman, o beban, háganlo para la gloria de Dios”. 1 Corintios 10, 31

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Terapia de la lujuria: castidad y rehabilitar los deseos

La virtud que se opone a la lujuria es la castidad, que permite a la persona descentrar el deseo del ámbito exclusivamente corporal, abriéndola al psíquico y espiritual, y recobrar esa armonía consigo misma, con los demás y con Dios.
Contra la lujuria debes luchar practicando la virtud de la castidad. Esta virtud es llamada también santa pureza ya que regula la búsqueda del deleite sexual, según el dictamen de la recta razón, y ayudada por la fe y la espiritualidad de la persona. La sexualidad debe hacerte pleno, no animalizarte.
Es importante atender esta enfermedad porque la lujuria trae consigo muchas y graves consecuencias, por ejemplo, puede ser que una persona pierda el gusto por su fe y la religión, su inteligencia se ciega, se oscurece su fin último, te conduce a la obsesión porque busca toda costa el deleite carnal, te vuelve una persona muy egoísta, cínica e infeliz, puede ocasionarte enfermedades psíquicas y venéreas, produce apego a los bienes terrenos, tu voluntad se adormece, te inclina una inconstancia en los quehaceres personales, te rebaja a una condición inferior: a la de los animales, arrastra a otros pecados como son la pereza, la soberbia, la libertinaje, el abuso, y la falta de templanza.

¿Cómo luchar contra la lujuria?
ACCIONES CONCRETAS

Haz oración y pide al Señor que te dé el don de la castidad.
Huye de las tentaciones y ocasiones que te aproximan a pecar.
Ten sobriedad y moderación. cuida los detalles en la modestia y tu pudor.
Controla tu imaginación y vocabulario sobre temas impuros y groseros.
Mantente ocupado para evitar la ociosidad y la pereza.
Regula tus sentidos principalmente la vista porque a través de ella, puedes generar muchas cosas sucias.
Evita consigo mismo y con los demás una especie de psicosis obsesiva sobre el tema de la sexualidad desechando conversaciones y difusión de imágenes que tienen doble sentido o morbosidad, no te involucres en jugueteos inconvenientes.
No participas de espectáculos cuando tienden a ser pornográficos.
Haz ejercicio. Vive una higiene correcta.
Sé sincero ante Dios contigo mismo en la dirección espiritual o en la confesión para no auto engañarte. Es preferible que hables antes que después con tu confesor o director espiritual, sobre las tentaciones de impureza.

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Terapia de la avaricia y deseo de tener más: limosna, desprendimiento y compartir lo que se tiene y lo que se es.

¿Cómo luchar contra la avaricia?

Recordemos que la avaricia produce una gran inquietud en el alma por el cuidado superfluo de querer estar defendiendo los bienes materiales y conservarlos como bien supremo. Además de la gran desconfianza que comienza a haber en la persona, y la tiranía que empieza a ejercer sobre los demás.
Por eso es importante partir de tener presente la Sagrada Escritura cuando nos dice: “Ustedes conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual siendo rico se hizo pobre por nosotros, a fin de que se enriquecieran con su pobreza.” 2 Corintios 8, 9

ACCIONES CONCRETAS

Contra la avaricia: generosidad

  • Se consciente de la indignidad que trae consigo la acumulación de bienes, el despilfarro de estos, y el egoísmo que surge al estar apegado en absoluto a ellos. Recuerda que éstos se acaban y no puedes llevarlos a la otra vida. “no amontonen tesoros para ustedes en la tierra, atesoren más bien para ustedes tesoros en el cielo”. Mt 6, 19-20
  • Entiende que el dinero no es el fin de tu vida, sino un medio que Dios te da para remediar tus necesidades y las de nuestros hermanos.
  • Realiza muchas obras de misericordia, por ejemplo: visita enfermos en algún hospital, en sus casas, ayudándolos con medicinas, servicios, o dinero. Asiste a los pobres con despensas, cobijas, ropa, etc. Visita orfanatorios, cárceles, lugares de beneficencia.
  • Da tu tiempo a los demás, aconseja, comprende, consuela, escucha.
  • Promueve obras sociales ejercitando la virtud de la solidaridad por ejemplo, dando algunas becas para estudiantes de pocos recursos, sosteniendo o colaborando en algún patronato donde se promuevan obras de atención.
  • Cuando se tienen posibilidades, crea fuentes de trabajo.
  • Impulsa centros educativos iniciativas culturales y medios de comunicación rectamente orientados los deberes de justicia y de caridad.

La palabra nos habla

¿Cómo debemos entender esta Palabra divina?

Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben. Romanos 12, 16

“El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo” 1 Cor 6, 13b

“Pues el necio desata su pasión, el sensato sabe controlarla” Proverbios 29, 11

“Tú, huye de la gula con el ayuno, y no seas insaciable con los placeres, ni te abalances sobre la comida”. Eclesiástico 37, 29

“Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero” Mateo 6, 24

“Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón” Mateo 6, 21

“Humíllense delante del Señor, y él los exaltará” Santiago 4, 10

Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia. Colosenses 2, 12

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TOMADO DEL CAPÍTULO IV
ESPIRITUALIDAD FILIPENSE

Humildad

97. La humildad es necesaria para la oración, para un diálogo auténtico con Dios. La humildad es la actitud del «Pobre de Yahvé», que ha puesto en Él toda su confianza, esperando todo de Él. Como San Felipe, quien repetía: “Como Tú sabes y quieres, así haz conmigo, oh Señor”. Es liberación de los lazos de egoísmo y fuente de alegría y reconocimiento de los dones del Señor.

98. La humildad no es infantilismo o fuga de la responsabilidad, es disponibilidad para aprender a aceptarse y tener confianza en Dios.

99. La humildad es fuente de caridad, extirpa la hierba mala del orgullo y del deseo de mostrarse uno mismo; ayuda la integración afectiva y efectiva en la comunidad en la que se vive, es un eficaz alimento de lo sobrenatural, comporta equilibrio y serenidad interior.

Decía también que “no se pidiera al Señor trabajos o tentaciones, presumiendo de poder soportarlos, sino pedir, con todo afecto, gracia y fuerza para poder sobrellevar alegremente todo aquello que el Señor quisiera mandar”. Solía decir que “no se debía jamás prometer al buen Jesús algo bueno de sí mismo”, por lo que exhortaba a decir con frecuencia: “Señor mío, no esperes de mí sino males”. Cada día decía al Señor: “Cuídate de mí hoy porque te traicionaré y haré todo el mal del mundo si Tú no me ayudas”. “Cualquiera que no puede soportar la pérdida de su honor y de su fama, no progresará en la vida espiritual”.

Oración

Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y Bendita.

Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las divinas gracias y promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén

Santo Padre Felipe Neri, ruega por nosotros