Oratorio de México, La Profesa
Oratorio Semanal: Enfermedades Espirituales
TARDES DE ORATORIO
P. Mario Acevedo Rodríguez, CO
29 julio 2020
El material de este Oratorio se encuentra abajo. También puedes descargarlo haciendo clic aquí
Haz clic en la imagen para ver el video
Enfermedades espirituales
¿Cómo detectarlas en nuestra persona?
“Vayan y proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, purifiquen leprosos, expulsen demonios. Gratis lo recibieron; denlo gratis.” Mateo, 10, 9-10
ORACIÓN
Padre Felipe Neri, Profeta y Apóstol de la auténtica vida cristiana. Tu corazón de fuego encendido por el Espíritu Santo te hizo testigo ambulante del Evangelio, y de la caridad alegre y generosa.
Anímanos con tu espíritu, para que desde el trato familiar y cotidiano con la Sagrada Escritura, la participación frecuente de los sacramentos, y el amor a la virgen Madre de Dios, nuestros Oratorios y Congregaciones, sean protagonistas actuales de la experiencia de Pentecostés y germen fecundo de la nueva evangelización.
Que nuestra respuesta cristiana sea pronta y generosa, alegre y comprometida con las necesidades de nuestro tiempo, y la cultura del tercer milenio. Amén.
Del Itinerario espiritual de San Felipe Neri
El Oratorio
35. a) Sus encuentros están llenos de vivacidad y de simpatía, fruto de sus dotes carismáticas: hacen pensar, interpelan, liberan y llenan de alegría y de propósitos santos a quienes participan.
35. b) De este modo el Oratorio del Padre Felipe se vuelve un lugar de confrontación y de diálogo con sus discípulos, y el confesionario es escuela de fe y vida cristiana.
Ascesis de San Felipe
14. a) Para Felipe la disciplina de la mente es más importante que la del cuerpo, porque se trata de librarse del egoísmo, el cual se basa en la fuerza argumentativa de la razón, sin destruir por esto la iniciativa personal. Se trata, por ejemplo, de abandonar una opinión que parece bien fundada, si los otros no están de acuerdo, siempre que no se trate de casos de conciencia sino de juicios y opiniones comunes.
“Sáname, Señor, y seré sanado; sálvame y seré salvado, porque tú eres mi alabanza.” Jeremías 17, 14
¿Qué son las enfermedades espirituales?
Las enfermedades espirituales son situaciones de vida anómalas en el ser humano, que desgastan nuestro ánimo, echan a perder nuestra fe, destruyen nuestra comunión con Dios, con los demás, pero sobre todo con nosotros mismos.
Son padecimientos que se desgarran el espíritu de la persona, y que debemos tratar de sanar para poder vivir en plenitud como hijos de Dios siendo más humanos y espirituales. En otras palabras, son los pecados que destruyen nuestra vida desde dentro y hacia afuera.
¿De dónde nacen todas estas enfermedades espirituales? Por supuesto, de nuestra debilidad. Pero, ¿qué entendemos por el espíritu de la Persona?
Para empezar partamos de un modelo tricotómico que ha constatado que el ser humano está compuesto de cuerpo, alma y espíritu.
- Cuerpo: Es toda nuestra materia que implica los órganos; también es una realidad física que tiene una forma determinada y que va transformándose. Es nuestro vehículo de identificación.
- Alma: (La palabra alma viene del latín ánima, que significa movimiento. También conocida como Psique), y a ella corresponden los sentimientos, las emociones, las sensaciones, las percepciones, los deseos que una persona puede tener, por tanto el alma es quien unifica al cuerpo.
- Espíritu: A él corresponden nuestras dimensiones racional e intelectual. Esto es el principio divino que el Señor ha colocado en nosotros y por lo que nos diferenciamos del resto de la creación.
Por tanto, para las enfermedades corporales necesitamos un médico, para las enfermedades psíquicas o del alma necesitamos un psicólogo, mientras que para las enfermedades espirituales necesitamos un guía o director espiritual y un confesor.
Es por eso que podemos entender que las enfermedades espirituales nacen de los llamados pecados capitales, ya que el pecado tiene una fuerte dimensión interna que repercute en la persona y en sus esferas, y además de hacer trizas a la propia persona, comienza a afectar a los demás. Pongamos un ejemplo: Cuando tú y yo envidiamos, empezamos a murmurar, luego difamamos, luego nos enemistamos y odiamos y, finalmente, rompemos la unidad entre nosotros y entre Dios porque nos apartamos de Él, de nuestros hermanos y de nuestra Iglesia.
Cuando somos insensibles a las necesidades de nuestro prójimo, damos un anti testimonio cristiano, alejando, dañando y escandalizando a otras personas. Por ello, para vivir sanos física, emocional y espiritualmente, es fundamental permanecer alerta en este combate contra dichos pecados que se convierten en fuertes enfermedades, ya que muchas personas viven ensimismadas y sin sentir la necesidad de pedir perdón y reconciliarse.
El Papa Juan Pablo II dijo: “Al hombre contemporáneo parece que le cuesta más que nunca reconocer los propios errores y decidir volver sobre sus pasos para reemprender el camino después de haber rectificado la marcha; parece muy reacio a decir: –me arrepiento-…” (Reconciliación y penitencia n° 26).
Cuando uno no reconoce sus debilidades y sus faltas, entonces es más fácil que pierda el camino y comience a cegarse ante su vida y la de los demás. Deja de contemplar a Dios y comienza a despreciarse a sí mismo.
A cada una de las partes que constituyen a la persona, corresponde una enfermedad espiritual. Veamos las correspondencias:
- CUERPO: Gula, lujuria, amor al dinero (avaricia)
- ALMA: Pereza/acedía, temor, ira, envidia
- ESPÍRITU: Vanagloria, orgullo, soberbia
Enfermedades espirituales
Los pecados capitales son el mal que enferma a nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro espíritu. Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios (la palabra Capital procede del latín “Caput” que significa “cabeza” o “fuente”, es decir son fuente de otros pecados). Estos pecados o enfermedades se combaten con las virtudes cristianas, que explicaremos en su momento y que conviene poner en práctica para poder obtener la salud nuevamente en todas nuestras dimensiones.
Al proceso de recuperación de estas enfermedades en nosotros le llamaremos “terapia de las enfermedades espirituales”.
Estas enfermedades van de menor a mayor escala. Comenzaremos por analizar los menos complejos de erradicar, hasta llegar a los más fuertes y peligrosos de aniquilar: las enfermedades del espíritu.
Enfermedades del cuerpo
Gula: La gula se suele asociar a comer y beber mucho, lo cual es correcto, pero no es el único caso: la gula también implica el comer mal (comida chatarra), comer a deshoras, incluso dejar de comer (bulimia y anorexia). Desperdiciar la comida y no aprovecharla para generar la salud. Beber en exceso alcohol también es gula, ya que este descontrol desata otros pecados más severos en la persona. La gula en general lleva a la persona a la desnutrición, a la obesidad, al despilfarro, al egoísmo e incluso a enfermedades crónicas.
“Tú, huye de la gula con el ayuno, y no seas insaciable con los placeres, ni te abalances sobre la comida”. Eclesiástico 37, 29
Lujuria: Llamamos lujuria al desorden que comienza a existir en la persona en torno a su sexualidad. Porque puede pasar de ser un acto creador, que te lleve a la plenitud, al amor verdadero, y al crecimiento, a ser un acto deshonroso. El solo placer por el placer, no aporta nada sano, al contrario, forma una obsesión en el individuo, que deja de ver al otro como persona y lo ve como objeto, es decir, lo denigra. A través de la sexualidad podemos vivir la experiencia más íntima de unión con Dios a través de la unión con otra persona, de lo contrario, atentamos contra nuestra propia espiritualidad. Ejemplos de lujuria son: la fornicación, el adulterio, el incesto, la prostitución, la bestialidad, es estupro y el abuso infantil.
“El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo” 1 Cor 6, 13b
“Pues el necio desata su pasión, el sensato sabe controlarla” Proverbios 29, 11
Avaricia: La codicia es una sed, un deseo, un afán, de dinero y bienes nacidos de la pasión inmoderada del “tener” y del “poder”. Es fundamental evitar la avaricia, porque puede provocar una gran inquietud en el alma, un gran temor infundado hacia el futuro, una gran desconfianza por todo, una especie de idolatría, y una fuerte tiranía.
“Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero” Mateo 6, 24
“Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón” Mateo 6, 21
Enfermedades del alma
Envidia: La envidia manifiesta la tristeza experimentada ante el bien del prójimo y el deseo desordenado de poseerlo, aunque sea en forma indebida o un mal deseo hacia el otro. Esta enfermedad espiritual en la persona provoca una falta de paz interna porque el envidioso no consigue dominar a sus contrarios. Comienza a generar odio, destruyendo la fraternidad. Produce corazones secos e insensibles, entenebrecidos y amargos. Se pierde la capacidad de amar. Provoca resentimientos y heridas profundas. Te lleva a burlarte de los demás, y tiende a sembrar divisiones entre los demás, te vuelve cizañozo, te hace detractor; ataca con palabras hirientes, incluso puede llevar al crimen.
“No envidie tu corazón a los pecadores, antes vive siempre en el temor del Señor” Proverbios 23, 17
“El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante…” 1 Cor 3, 4
Ira: La ira es una alteración violenta, incontrolada o provocada, en contra de una persona, que puede llevar al odio e incluso a la venganza. La ira nace normalmente cuando uno cree que le han hecho una injusticia sin que sea verdad. Es decir, el iracundo pierde la noción de la realidad y la transforma según su conveniencia. La ira es una ilusión de justicia, pues no hay ninguna justicia en ella. De ella se puede generar el odio exacerbado, la maldición, la venganza, el furor, la injuria, la blasfemia, el rencor, y la impaciencia.
“Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra”. Mateo 5, 39
“Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” Lucas 6, 36
Pereza/Acedía: La tibieza es una vacilación o negligencia en responder al amor divino; es un debilitamiento de la voluntad que rechaza cualquier esfuerzo y trabajo realizado para el bien de la persona y de su prójimo. Puede implicar la negación a entregarse la caridad y al crecimiento. ¿Qué pecados se desprenden de esto?: la indolencia, la vagancia, la negligencia, la pusilanimidad, el tedio, la inconstancia, la acedía, la divagación.
“La acedía o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino” Catecismo 2094
“Nosotros, en cambio, seamos diligentes en todo, incluido en las obras de la Fe que agradan a Dios, no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos” Marcos 13, 36
Temor: Sentimiento permanente que proviene del miedo, pero que ha perdido el sentido de precaución y se ha convertido en un arma para la misma persona. Algunos síntomas del enfermo de temor son: Ansiedad permanente, angustia total por todo, preocupación excesiva por las cosas, miedos infundados, timidez extrema paulatina, pusilanimidad en aumento, debilidad de carácter, y falta de voluntad.
“Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa”. Isaías 41, 10
“Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas.” Josué 1, 9
“No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.” Filipenses 4, 6-7
Máximas atribuidas a San Felipe Neri
- Esto dijo a sus hijos, que sobretodo es necesario ser muy humilde, y cuando cometieran un pecado o falta, pensaran que la causa de eso es su soberbia, y entonces dijeran: Si hubiera sido humilde, no me hubiera pasado esto y no buscaría excusas.
- También decía que cuando una persona hubiera cometido alguna falta y se corregía, debía reconocer en esa falta la soberbia y con toda humildad y alegría recibir la corrección y no permanecer triste y perezoso, porque decía que era peor esa tristeza y la pereza, que la falta cometida.
ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra y tu Espíritu Santo, que nos han hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra y hacer el bien, sanar nuestras heridas y se capaces de pedir perdón Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.