Representación Mexicana de Oratorianos de San Felipe Neri
Oratorio: Cuatro españoles y un santo
ORATORIO DE SAN FELIPE NERI
Esteban Bulnes Vidal
2 de octubre de 2020
Cuatro españoles y un santo
La santidad es individual. Se forja de acuerdo a tu personalidad
ALABANZA AL ESPÍRITU SANTO,
Vida de todas las cosas.
Te adoro Dios y Señor mío, Paráclito eterno, de la única naturaleza del Padre y el Hijo. Por ti la tierra llegó hasta su estado actual y maduró para convertirse en morada del hombre. Por ti, Señor omnipotente, los ángeles y los santos te cantan himnos de alabanza en el cielo. De ti proviene todo buen pensamiento y buen deseo, todos los buenos propósitos, los esfuerzos nobles y los éxitos que los acompañan.
Por ti los pecadores se convierten en Santos. Por ti la Iglesia se reanima y se fortalece. Por ti nacen nuevas órdenes religiosas y nuevos movimientos de devoción a tu servicio; nuevos países se adhieren a la fe; y resaltan y se iluminan de una forma nueva los contenidos del antiguo credo apostólico.
Te alabo y te adoro, Señor soberano, Dios Espíritu Santo.
John Henry Newman
Cuaderno de oraciones, p. 7. Ed. Balmes, Barcelona, 1990
Introducción al tema de hoy
Un rasgo característicos de los oratorios organizados por San Felipe es la confrontación de ideas. Les invito a confrontarnos con un tema polémico. No perdamos de vista que el objetivo es fortalecer nuestra fe.
¿Es importante que haya santos? ¿Cuál es su papel dentro de la Iglesia?
Algunos piensan que, aunque no hubiera habido santos: para enamorarnos del Evangelio nos habría bastado ver, transparentada en él, la figura de Jesús, repetidas sus palabras y releídas con el corazón. Ustedes ¿Qué opinan? ¿Es necesario que haya santos? O ¿basta el evangelio?
Pero tal vez el radicalismo al que nos invita el evangelio nos parecería exagerado para llevarlo a la propia vida:
- El amor a todos y a Él por encima de todo
- El perdón de los enemigos
- La esperanza de preferir el cielo más que todo lo de la tierra
- Superar lo ideológico y amañado de las religiosidades (no de la religión) y «nacer de nuevo»
- Estar convencidos que sin estas disposiciones no es posible alcanzar a Dios…
Pero he aquí que todo esto es posible para quien lo pide a Dios, y los santos nos lo confirman. Todo esto fue un desafío para ellos, y lo es también para nosotros.
Reflexión en común:
- ¿Es pues importante que haya santos?
- ¿Cuál es su papel dentro de la Iglesia?
- ¿Estaban ajenos, de todos los conflictos y miserias del mundo? ¿Son una raza aparte?
- ¿Es la religión cosa aparte de las realidades mundanas? ¿Debe vivirse solo en los templos o a lo sumo al interior de los hogares cristianos como algo privado?
El tema del oratorio de hoy:
Cuatro españoles y un santo
Bien. El tema de hoy lleva por título “Cuatro españoles y un santo” Parece un acertijo. ¿A qué se refiere? Se refiere a lo que se decía por las calles de Roma por los días de la canonización de San Felipe Neri: “Cuatro españoles y un santo”. ¿Qué fue lo que pasó?
CUANDO el 12 de marzo de 1622 tuvo lugar la canonización de san Felipe Neri, por el papa Gregorio XV, la alegría se desbordaba por las calles de Roma porque sus habitantes creyeron que, al fin, habían vencido todas las dificultades puestas por el rey de España a aquella proclamación gloriosa de la santidad de un romano de adopción, que había amado a los romanos con la bendición de su apostolado y el ejemplo de sus virtudes, al fin reconocidas. Ellos ya lo habrían canonizado el mismo día de su muerte. Pero la política estaba de por medio y del mismo modo que puede ocurrir, y ocurre, que algunas proclamaciones de santidad se aceleran por la presión e interés de los poderosos, otras, por las mismas razones, se retrasan. En el primer caso podría ser un ejemplo la canonización de san Luis, rey de Francia, elevado a los altares por Bonifacio VIII para congraciarse con el rey de los franceses, que era pariente del santo; mientras que, un ejemplo de aplazamiento de una canonización fue el retraso de san Felipe Neri. Su elevación a los altares era obstaculizado por el resentimiento de los españoles, que insistían en que sus cuatro santos fueran canonizados antes.
Veamos lo que pasó:
Todo tuvo un antecedente histórico. España ya había perdido una batalla diplomática al no conseguir que en 1592 (tres años antes de la muerte de San Felipe) el cardenal Santoni fuera elegido sucesor del Papa Inocencio IX, bajo el patrocinio de la facción española que consideraba a este cardenal favorable, en lo político; como en su momento lo había sido el riguroso Pío V en lo religioso, y el papa Borgia, Alejandro VI, que había bendecido la expansión conquistadora española.
Cuando todo parecía dispuesto para que el cónclave diera como resultado la elección del cardenal Santoni, la celebración del cónclave dio otro giro y, superadas las intrigas, desembocó serenamente en el dignísimo cardenal Hipólito Aldobrandini, que tomó el nombre de Clemente VIII, amigo, e hijo espiritual, de Felipe, ya muy anciano, y de Baronio, a quien tomó por confesor luego de que nuestro Santo se excusara, por sus muchos achaques, que le hacían menos disponible.
Otro motivo para que el rey español estuviera renuente a la canonización de Felipe, surgió con la gran crisis que Francia padeció con el acceso imprevisto, al trono, de Enrique de Navarra, hijo de Juana d’Albret, reina de Navarra. Muerto Enrique III, sin dejar sucesión, el legítimo aspirante era Enrique de Navarra, su cuñado, aunque de religión calvinista, cuyas convicciones religiosas había demostrado inequívocamente en el gobierno de su principado de Béarn. Pero Francia era católica y el conflicto era inevitable, con mezcla de razones religiosas y, todavía más, de intereses políticos; pues Inglaterra, separada de Roma por Enrique VIII, era partidaria del pretendiente Enrique de Navarra, mientras que España se oponía. Desde el momento en que el rey francés y el inglés se coaligaran, la hegemonía española quedaba amenazada, con o sin cisma en Francia.
Enrique de Navarra, pretendiente a la corona de Francia, era un hombre inteligente y de una gran personalidad, de modo que, sincero o sólo por sagacidad política se hizo absolver por algunos obispos franceses en Saint-Denis de la excomunión que pesaba sobre él. Ello fue acompañado de una gran pompa litúrgica, indudablemente promovida por el propio Enrique de Navarra, y además juzgada conveniente por los obispos, que facilitaron los intereses del pretendiente para convertirse en el rey Enrique IV evitando la extensión del cisma, que ya había sido iniciado por Inglaterra, y seguido por Alemania, Suecia y Escandinavia que ya habían roto con Roma. Y ahora peligraba Francia, que era considerada nada menos que «la hija predilecta de la Iglesia».
Desde Roma, los teólogos pontificios discutían sobre la validez de la absolución de los obispos franceses, y el papa Clemente VIII se debatía vacilando sobre la sinceridad o el oportunismo de la abjuración del de Navarra. A éste se le atribuía, con o sin fundamento, la conocida frase de que «París bien vale una Misa», lo cual aumentaba los motivos para dudar de la sinceridad de su conversión.
En Roma se sabía y comentaba todo el ir y venir de embajadores que buscaban la influencia del papa para hacerlo inclinar por uno u otro bando. En definitiva, la cuestión era si el papa absolvía, o no de la censura canónica de excomunión a Enrique (porque los obispos franceses se habían excedido al carecer de jurisdicción para ello). Fue entonces cuando Felipe fue a ver personalmente al papa, enfermo y agobiado, envuelto en dudas y escrúpulos; y entre Felipe y Baronio, le convencieron de que debía admitir la sinceridad de Enrique IV, al abjurar del calvinismo y salvar, de este modo, la fidelidad de Francia a la Sede de Pedro. Y sucedió así.
Años después cuando por fin se logró la canonización de Felipe, los romanos, que no habían perdido la memoria, dijeron la frase que citamos como título, al salir de la canonización de Felipe Neri: «Hoy el papa ha canonizado a cuatro españoles y a un santo», en una mezcla de regocijo y picardía. Los cuatro españoles eran: Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús e Isidro Labrador. Los dos primeros contemporáneos y amigos de Felipe y todos españoles, para complacer al rey de España, pero además verdaderos santos, reunidos en un mismo acto de canonización. Con ello habían cesado las dificultades o resentimientos contra el recuerdo de san Felipe, que no había favorecido los intereses del otro Felipe, Felipe II, rey de España.
San Felipe Neri sonreiría desde el cielo midiendo, a la luz de Dios, las ambiciones de los hombres, cuando el 17 de septiembre de 1595 (cuatro meses después de la muerte del Santo), Clemente VIII reconcilió con la Iglesia a Enrique IV. Fue un acontecimiento decisivo para la historia de la Iglesia, y la única vez que Felipe “se metió en política”.
La canonización de san Felipe Neri puede decirse que se produjo “por aclamación popular”, inmediatamente después de su muerte, aunque el minucioso proceso oficial culminó en 1622.
Felipe murió en la noche del 25 al 26 de mayo de 1595, festividad del Corpus, poco antes de que las luces del día resplandecieran sobre Roma. Su cuerpo fue bajado a la iglesia y colocado reverentemente en el crucero, y las campanas que tañían por la festividad del Señor se mezclaban con el anuncio de la muerte del santo. Mientras tanto los fieles de Roma comenzaban a fluir a la Vallicella, de modo ininterrumpido, dando muestras de gran devoción. Al día siguiente se repitieron las mismas escenas, hasta la hora del sepelio con el templo a rebosar de fieles.
La idea de iniciar el proceso de beatificación y canonización de Felipe no partió, en un primer momento, de la comunidad del Oratorio, sino de algunos cardenales, especialmente de Federico Borromeo, devotísimo de Felipe, y también del prelado Marco Antonio Maffa, no menos entusiasta y hombre cultísimo, que participó muy activamente, hasta el punto de poder considerarle, sin temor a exagerar, como el principal promotor. Los oratorianos se sumaron luego al proyecto, pero fue preciso vencer la oposición del padre Pedro Consolino, discípulo y confidente íntimo de san Felipe, de quien podría decirse que fue para éste lo que san Juan Evangelista para el Señor. Le parecía innecesario si se pensaba en el bien de los fieles y creía que, además, a san Felipe, sencillísimo en todas las cosas, no le gustaría. Al fin cedió a lo que la comunidad también aceptaba, de acuerdo con las insistencias de los amigos del Oratorio devotos insignes del santo. Tal vez Consolino pensaría en lo que san Agustín había dicho, siglos antes, respecto a los honores y los funerales de los muertos, que, con frecuencia, se hacen pensando más en los vivos que en los difuntos. Cabe, también, el peligro de que los que seguimos en la tierra nos aureolemos con méritos ajenos todavía no merecidos, es decir, con la gloria de los que ya están en el cielo, y nos recreemos en la vanidad de la que ellos ya están del todo curados.
San Felipe Neri fue canonizado el 12 de marzo de 1622, proclamado patrón principal de la ciudad de Roma, junto con los apóstoles Pedro y Pablo.
Ojalá que los deseos de santidad a que nos exhortaba san Felipe, sin ni siquiera poner límite a la santidad de los santos conocidos, como él insistía, nos permita ser simplemente canonizados por el abrazo y la bendición del Señor, en el cielo, que es lo que cuenta, y que lo gocemos con el espíritu con que san Felipe echaba al aire su birreta y gritaba «¡Paraíso, Paraíso!»
Reflexión en común:
Aunque muchos enemigos de la fe aprovechan situaciones como las que acabamos de recordar para atacar a la Iglesia, tenemos que reconocer la veracidad de los hechos históricos y comprenderlos en su contexto cultural. Pero… Aunque haya hechos lamentables que son parte de la historia de la Iglesia, éstos no afectan nuestra fe. También hay muchos hechos positivos dignos de reconocimiento.
- ¿Cómo se explica esto?
- ¿Estás de acuerdo en que lo negativo no afecta la fe? ¿Por qué?
El problema planteado tiene al menos dos vertientes:
- ¿Es la religión parte integral de la vida y de la cultura? O ¿es un asunto estrictamente personal separado del mundo de la ciencia, la economía, la política, etc.?
- Los intereses políticos y convenencieros dentro de la iglesia ¿Realmente existen? ¿Son motivo de escándalo?
Veamos ahora qué nos dice la PALABRA DE DIOS
EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS Cap. 20, versículos 20-26
Quedándose ellos al acecho, le enviaron unos espías, que fingieran ser justos, para sorprenderle en alguna palabra y poderle entregar al poder y autoridad del procurador.
Y le preguntaron: «Maestro, sabemos que hablas y enseñas con rectitud, y que no tienes en cuenta la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios:
¿Nos es lícito pagar tributo al César o no?»
Pero él, habiendo conocido su astucia, les dijo:
«Mostradme un denario. ¿De quién lleva la imagen y la inscripción?» Ellos dijeron: «Del César».
Él les dijo: «Pues bien, lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios».
No pudieron sorprenderle en ninguna palabra ante el pueblo y, maravillados por su respuesta, se callaron. PALABRA DE DIOS
Reflexión en común:
- Entonces: ¿Es la religión parte integral de la vida y de la cultura? O ¿es un asunto estrictamente personal separado del mundo de la ciencia, la economía, la política, etc.?
- En relación a la segunda vertiente: ¿Qué nos dice la Palabra de Dios en relación a los escándalos dentro y fuera de la iglesia? ¿Los intereses políticos y convenencieros dentro de la iglesia? ¿Realmente existen? ¿Son motivo de escándalo?
Más de la Palabra de Dios:
En el evangelio de San Mateo cap. 18 versículos 1-10 hay una maldición para los que cometen el pecado de escándalo:
En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron: «¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?»
El llamó a un niño, le puso en medio de ellos
y dijo: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos.
Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos.
«Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe.
Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar.
¡Ay del mundo por los escándalos! Es forzoso, ciertamente, que vengan escándalos, pero ¡ay de aquel hombre por quien el escándalo viene!
«Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos. PALABRA DE DIOS
REFLEXIÓN: Los santos no se escandalizan
La verdadera fe no puede depender de lo que veamos o supongamos sobre virtudes o pecados ajenos, cualquiera que sea el lugar que ocupe en la Iglesia quien provoque el escándalo. Por lo común se suelen exagerar los malos ejemplos y al contrario, permanecen ocultas, silenciosas, las vidas más santas y ejemplares. Aun de lo bueno, el exceso de propaganda siempre es sospechoso. Solamente Cristo tiene derecho a decir: «Os he dado ejemplo». El argumento de la fe no está en el ser humano, sino sólo en Dios mismo, que no puede engañar, y en Jesucristo, su Hijo. Ello no quita que la bondad no ostentosa ayude a los más débiles y pequeños, con tal que no les lleve a encerrarse en infantilismos pseudo piadosos o círculos sectarios.
Por esos motivos, cuando alguien que se considere adulto en la fe, dice que abandona a la Iglesia por malos ejemplos recibidos, podemos suponer razonablemente o que su fe era muy escasa o simplemente era una fe basada en el error de creer en los hombres más que en Dios.
En nuestra época, como en todos los tiempos, existen virtudes y pecados dentro y fuera de la Iglesia. Incluso hemos de admitir que Dios en su providencia, permite crisis, errores y pecados de los hombres, para que se purifique la fe de los verdaderos creyentes. Los santos no se escandalizaban por los malos ejemplos. Al contrario, la presencia escandalosa del mal y del error les suponía un reto para crecerse en el deseo del bien y del esclarecimiento y búsqueda de la verdad, regresando siempre al Evangelio y el ejemplo de Cristo. San Felipe Neri vivió en una época en que la Iglesia, y precisamente en sus representantes más encumbrados, daba el triste espectáculo de una mundanidad y ostentación de riqueza y manipulación política nunca superada en otros tiempos y, por supuesto, tampoco en el nuestro. Su reacción fue la santidad.
En el ambiente seductor de las propagandas, a veces mitificamos a los hombres y profanamos a Dios. En cambio, debiéramos poder repetir aquellas palabras que los samaritanos dijeron a la mujer que les contaba su encuentro con el Señor: «Ya no creemos por tu palabra, pues nosotros mismos hemos oído y conocido que éste es verdaderamente el Salvador del mundo».
Publicación Bimestral del Oratorio Núm. 300 MAYO-JUNIO Año 1995
Reflexión en común:
- ¿Será que todos los santos tienen algo en común? Veamos una breve semblanza de los santos que fueron canonizados junto a San Felipe:
- Santa Teresa de Jesús (1515 – 1582) https://www.youtube.com/watch?v=Q-fRZzv1Rfg (1:43 mins.)
- San Ignacio de Loyola (1491 – 1556): https://www.youtube.com/watch?v=yrnrz729aLM (3:25 mins)
- San Francisco Javier (1506 – 1552): https://www.youtube.com/watch?v=7zHT-EGHhkA (6:13 mins.)
- San Isidro Labrador (1082 – 1172): https://www.youtube.com/watch?v=x1tWvThMiIg (0 a 5:42 mins.)
- En los siguientes puntos de nuestro Itinerario Espiritual ¿Puedes Identificar rasgos que sean comunes con la espiritualidad de otros santos?
Itinerario espiritual. Capítulo I. San Felipe Neri
- Felipe Neri obró en la Iglesia en tiempos muy difíciles. El Espíritu Santo obró en él de modo extraordinario para la reforma de las costumbres y la profunda revivificación de la fe.
- Es notoria su autenticidad evangélica en el ejercicio de la virtud y de su celo apostólico. La espontaneidad de su espíritu sigue siendo sorprendente. Vivió lo sobrenatural con total naturalidad e hizo de su fe una fuente de alegría y de comunión.
- … Para él era una alegría la oración, el canto, la recitación de los Salmos junto con su hermana. El gusto por lo divino está presente en él desde su más tierna infancia.
- … La meditación le hace ver la vaciedad de cuanto el mundo le puede ofrecer.
- b) La plegaria y la confianza ilimitada en Dios son su alimento. Está en continua relación con Dios a quien siente como Padre y del cual se siente como hijo. A menudo repetía: “Señor haz de mí como sabes y quieres…”
- … No había apegado su corazón ni a la riqueza ni a los honores ni a la nobleza terrena. Su patria era el Cielo. No son los nacimientos los que cuentan sino la propia conducta de vida. Los santos no lo son por donde nacen, sino por cómo viven… Éste era en él, ya desde joven, el eco de la llamada de Jesús: «Cualquiera que no renuncie a cuanto posee, no puede ser discípulo mío» (Lc 14, 33).
Música en el oratorio de hoy
- El género musical “oratorio”
- Escuchar leyendo la traducción de “El Mesías” de Handel. Puedes descargarla desde la publicación de este oratorio en oratorio.mx La música completa se encuentra en https://www.youtube.com/watch?v=bR0cEOTpYSk
ORACIÓN FINAL
Señor, te doy gracias porque me has llevado sin ningún contratiempo hasta el fin de este día. Protégeme de los peligros de la noche. Que descanse en tu paz, sabiendo que en todo momento puedes pedir cuentas a mi espíritu.
Dame tu gracia para que cuando llegue aquel momento me encuentre preparado y, cuando mi alma se separe de este cuerpo, pueda oír las palabras divinas: “Muy bien siervo bueno y fiel entra en el gozo de tu Señor”. Mt 25: 21 y 23
Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios, no desprecies las súplicas que te dirigimos, antes bien líbranos de todo peligro, o virgen gloriosa y bendita. Ruega por nosotros santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las divinas gracias y promesas de nuestro Señor Jesucristo, Amén.
Santo Padre Felipe Neri, ruega por nosotros